El climaterio es una etapa de transición en la vida de la mujer que marca el fin de su vida reproductiva. Este proceso comienza con los primeros cambios hormonales y concluye con el cese definitivo de la menstruación (Palacios, 2010). Se divide en tres fases principales:
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● Pre-menopausia, que abarca los años previos a la última menstruación y se caracteriza por una disminución progresiva en la producción de estrógenos y progesterona (Chávez & García, 2009).
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● Perimenopausia, que incluye el periodo inmediatamente anterior y posterior a la menopausia, con síntomas más notorios debido a las fluctuaciones hormonales (Palacios, 2010).
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● Menopausia, definida como la ausencia de menstruación durante al menos 12 meses consecutivos.
Esta transición suele ocurrir entre los 45 y 55 años y puede extenderse por varios años. Durante este tiempo, muchas mujeres experimentan una variedad de síntomas físicos como sofocos, sudoraciones nocturnas, alteraciones del sueño, sequedad vaginal, aumento de peso, dolor articular y cambios en la piel (Chávez & García, 2009). En el plano psicológico, son comunes la ansiedad, irritabilidad, depresión, dificultades de concentración y disminución de la libido (Calderón et al., 2007; Espinoza & Carranza, 2007). Estos síntomas pueden afectar profundamente la calidad de vida y el bienestar general de las mujeres.
Entre los trastornos del estado de ánimo más frecuentes durante el climaterio se encuentra la depresión, con una prevalencia estimada del 17% en mujeres a lo largo de la vida, siendo entre 1.5 y 1.7 veces más común que en hombres (Palacios-Ramírez & Carranza-Lira, 2017). Esta diferencia se ha asociado a factores hormonales, especialmente en momentos de grandes fluctuaciones como el embarazo, el ciclo menstrual o la menopausia. Se ha investigado ampliamente el papel de los estrógenos en la regulación del estado de ánimo, dado su efecto sobre el sistema serotoninérgico, el cual está estrechamente relacionado con la depresión (Palacios-Ramírez & Carranza-Lira, 2017).
Durante la perimenopausia, el riesgo de presentar síntomas depresivos puede aumentar hasta 14 veces en comparación con la etapa premenopáusica
(Flores-Ramos & Martínez-Mota, 2012). Esta fase se caracteriza por una importante inestabilidad hormonal, con una disminución progresiva del estrógeno y un aumento de la hormona folículo estimulante (FSH), condiciones que favorecen la aparición de síntomas afectivos. En estudios con animales, se ha demostrado que los estrógenos como el 17β-estradiol tienen propiedades antidepresivas y ansiolíticas. Por su parte, la alopregnanolona (ALLO), un derivado de la progesterona, también muestra efectos neuroprotectores, aunque su eficacia en humanos sigue siendo motivo de debate (Flores-Ramos & Martínez-Mota, 2012).
Aparte de los factores biológicos, los aspectos sociales y culturales también inciden en el malestar emocional durante el climaterio. En América Latina, por ejemplo, la sobrevaloración de la juventud y la fertilidad puede generar sentimientos de inutilidad y baja autoestima en mujeres menopáusicas (Rondón, 2008). Esto se intensifica con la pérdida de roles tradicionales, como el cuidado de los hijos, lo que puede provocar sentimientos de vacío en mujeres cuya identidad ha estado muy ligada a la maternidad (Rondón, 2008).
La Terapia Hormonal de Reemplazo (THR) ha mostrado efectos positivos en la reducción de síntomas depresivos, sobre todo cuando se inicia poco tiempo después del inicio del déficit hormonal (Flores-Ramos & Martínez-Mota, 2012). Sin embargo, su eficacia depende de varios factores: el tipo y dosis de estrógeno, el tiempo transcurrido desde el inicio del climaterio y la duración del tratamiento. Además, combinar estrógenos con antidepresivos ha demostrado mejorar la respuesta clínica y reducir el tiempo necesario para ver resultados (Flores-Ramos & Martínez-Mota, 2012).
Uno de los síntomas más frecuentes durante la perimenopausia es la alteración del sueño, que afecta entre el 39% y 47% de las mujeres (Escobar-Córdoba, Chica-Urzola & Cuevas-Cendales, 2008). Las principales quejas incluyen dificultad para mantener el sueño y despertares tempranos. Estos trastornos del sueño suelen ir acompañados de irritabilidad, fatiga, ansiedad y disminución del rendimiento cognitivo, lo que incrementa el riesgo de depresión. La reducción de estrógenos y progestágenos impacta directamente en los ritmos circadianos, afectando la calidad del descanso nocturno (Escobar-Córdoba et al., 2008).
El tratamiento de los problemas de sueño en esta etapa debe ser individualizado, combinando opciones hormonales con intervenciones no farmacológicas como la higiene del sueño, técnicas de relajación y ciertos antidepresivos (Escobar-Córdoba et al., 2008). Mejorar la calidad del sueño puede ser clave para reducir tanto los síntomas físicos como emocionales, y así favorecer el bienestar general durante esta transición.
Por último, es crucial reconocer el contexto social y emocional en el que ocurre la experiencia menopáusica. Factores como el síndrome del nido vacío, la doble carga laboral (trabajo doméstico y empleo remunerado), y la invisibilización de las necesidades afectivas y sexuales de las mujeres, crean un entorno complejo que incrementa el riesgo de depresión (Rondón, 2008). En culturas donde la menopausia se asocia con decadencia o pérdida de valor, las mujeres tienden a experimentar más síntomas depresivos, lo que subraya la importancia de promover intervenciones psicosociales con enfoque cultural y de género.
Hoy más que nunca, la menopausia dejó de ser un tema invisible. En Google, las búsquedas como “síntomas de perimenopausia”, “suplementos hormonales naturales” y “adaptógenos para ansiedad” están creciendo con fuerza, especialmente en México, donde el interés por soluciones no farmacológicas se cruza con el agotamiento emocional de la doble jornada laboral y el tabú que aún rodea al cuerpo femenino en transición. El texto anterior detalla con precisión clínica los síntomas físicos y psicológicos que afectan a millones de mujeres en etapa de climaterio: desde los sofocos y el insomnio, hasta la depresión y el sentimiento de vacío al perder ciertos roles sociales. Lo que buscan hoy las mujeres en los motores de búsqueda no es solo información médica, sino apoyo real, cotidiano, sin juicio.
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